viernes, 5 de febrero de 2010

¡Fumemos porros, hijos!

Queridos hijos míos, debo comentarles que en uno de mis retiros espirituales con mi grupo de oración ultraconservador cristiano, con el fin de quemar unos herejes metaleros, tuve la osadía de mezclarme entre esos bárbaros para aprender de sus costumbres y poder atacar cómo es debido (ya saben, siempre hay que conocer al enemigo).
Fue entonces que mientras oíamos a un espantoso grupo de heavy metal dar sus bramidos de mono en celo, uno de los herejes melenudos me convidó con un pequeño cigarrillo casero, de extraño e intenso aroma, y así que para no ser descortés, lo tomé con una hipócrita sonrisa de cristiano, y lo fumé… desde ese momento vi cuánto tiempo de mi vida he estado desperdiciando, ya que mientras yo creía que las drogas eran perjudiciales porque dañaban el templo del Espíritu Santo, y además por eso siempre consentí la privación de tatuajes, o aretes (cosa que sigo haciendo porque son cosas mundanas), me he dado cuenta de que la marihuana no es nada malicioso; al contrario, es un regalo divino, al ser una simple planta creada por nuestro Señor en el Jardín del Edén, para entretener a Adán y Eva y librarlos de la idea impura de la fornicación.
Todo eso llegó a mí en una visión divina mientras consumía el producto sagrado de lo que Dios nos otorga, en el cual el mismo Jesucristo apareció ante mí, con un porro entre sus manos, y sonriéndome mientras me decía "Robin está reee loooco", procedió a contarme la verdad divina del Señor.
Así que a partir de ahora, conocerán a un nuevo Pastor Piadoso. Desde este momento encomiendo a cada cristiano que se precie de tal, que consuma la Santa Marihuana.

¡Dios los bendiga!