sábado, 14 de noviembre de 2009

Carta del padre Julio César.

Bueno, comenzaré inaugurando mi blog con esta estremecedora y escalofriante historia narrada en primera persona por un siervo de Di-s, el sacerdote Julio César.
Y si bien ya he especificado que esa secta errónea del catolicismo lleva a la bajeza espiritual, sé muy bien que los que tienen que arder en la hoguera son los grandes líderes de ella, como el Papa, los Cardenales, entre otros. Y que cualquier feligrez de aquella congregación que esté preparado para aceptar a nuestro verdadero Señor el cual se manifiesta a través del idioma de lenguas, la música cristiana, y la prédica de los Santos Pastorcitos, podrá hacerlo renunciando de una vez por todas a la "fe" incorrecta creadora de sufrimiento, la Iglesia Católica.

Tal es el caso del padre Julio César, un hombre temeroso de Di-s que ha seguido sus enseñanzas durante toda su vida, o, en otras palabras: eso creía.
Este noble caballero de orígenes humildes sólo hizo lo que creyó mejor una vez concluida su adolescencia: Ir al seminario religioso católico para ser cura. Pero no lo hizo por malicia, sino, como dije hace escasas líneas, al vivir en un ambiente donde Cristo sólo se difundía a través de la tristemente célebre Iglesia Católica, supuso que ése era el único camino hacia la palabra del Señor.
Así que un hombre valeroso que dedicó su vida al servicio del Señor, un día se ve traicionado por un grupo de herejes satanistas que sólo querían su perdición; mientras que él al ser una gran persona, se desvivía por encaminar a esos jovencitos sodomitas que querían desquitarse con un ser tocado por la mano de Di-s por sentirse tan pecadores y suciamente mundanos ante los ojos del mundo.

No voy a remitirme a dar detalles de lo que pasó, ya que muchos deben saberlo, así que iré directo al grano, les transcribiré la conmovedora prosa que me envió este hombre, que si bien lo hizo por el camino equivocado, estuvo buscando al Señor:

"Saludos, pastor J. Piadoso. Como usted bien sabrá muchos enemigos políticos que vuelan como buitres sobre el alma de este hijo de Dios se tomaron todo el arduo trabajo de hacerme una cama, de hacer creer al mundo que soy un monstruo, un ser despreciable que se aprovecha de la inocencia de los niños, cuando el lema toda mi vida ha sido justamente, "Felices los niños".
Dígame usted, ¿para qué voy a hacerles, bueno, ya sabe qué, a los niños, si quiero que sean felices?, ¿no es acaso una total incongruencia?
Y para justificarme voy a ser sincero: YO AMO A LOS NIÑOS, y sólo quiero su bien.
A ver, piense... ¿qué hay de malo en ser cariñoso con un nene?, ¿ahora estoy condenado a los fuegos del mal sólo por darle el amor a un chico que no tiene padres, que necesita de abrazos, caricias, besos, y mimos?. Yo no lo entiendo, si uno se desvive por los pibes, y después, un grupo de "mentidores", levantan este falso testimonio contra uno.
Bueno, le sigo contando: La verdad, es que no hay nada de malo con, como ya le dije, darle a un chico el amor que no tiene, ni va a tener en ningún otro lado. Un niño necesita que lo abracen, y eso es justamente lo que hacía. Un niño necesita que lo alienten, y eso también lo hacía. Un niño necesita que a la noche cuando tiene miedo, uno se acueste en ropa interior a su lado para dejarlo más tranquilo, cosa que yo hacía. Y un niño necesita que le saquen la ropa para limpiarle la colita, y eso es precisamente lo que yo hacía. Así que ahora sólo por haber sido una buena persona, me tengo que resignar a vivir encerrado como un perro, a sufrir martirios inimaginables (con decirle que mi compañero de celda es judío).
Así que finalmente me despido, pero no sin decirle al mundo que yo y todos los curitas acusados de esa pavada somos grandes sacos de amor, somos INOCENTES".


¿Para que uno se estremezca por completo, verdad?.

Pero tranquilo, padre Julio César, que los servidores de Di-s sabemos que usted es inocente, y no descansaremos, aunque removamos cielo y tierra, para que usted salga de la cárcel.

Bendiciones a todos.

Bendito sea, hombre de Di-s.

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